13 de jul. de 2022

La civilización del espectáculo - The Spectacle Civilization - Mario Vargas Liosa


“La cultura, en el sentido tradicional que se le da a esta palabra, está a punto de desaparecer en nuestros días. Y quizás ya haya desaparecido, discretamente vaciado de contenido.” “La civilización del espectáculo – Radiografía de nuestro tiempo y nuestra cultura” confirma el diagnóstico del peruano Mario Vargas Llosa: en un contexto en el que la cultura se acerca y más cercano al entretenimiento y alejado de la reflexión, cualquier emprendimiento que requiera un mayor esfuerzo intelectual tiende a ser rechazado por el lector/consumidor en busca de placeres fáciles e instantáneos, “que lo inmunice contra la preocupación y la responsabilidad”. Este es, sin embargo (o por eso mismo), un libro necesario, aunque el Premio Nobel de Literatura 2010 exagere su pesimismo y pese mucho en su crítica un tanto resentida a ciertos pensadores, como Jean Baudrillard o Michel Foucault.

Vargas Llosa comienza repasando la obra de cinco autores que en las últimas décadas se han centrado en un mismo tema, comenzando por T.S.Eliot. En sus clásicas “Notas sobre la definición de cultura”, de 1948, el poeta angloamericano lamentaba la decadencia de la cultura occidental, defendiendo la alta cultura de las élites y rechazando la idea de que debía democratizarse. Para Eliot, la división entre clases sociales y las respectivas culturas de clase es lo que mantiene unida a la sociedad y la hace prosperar. Va más allá: defiende el legado del cristianismo, cuna del pensamiento europeo, y dice que la religión es necesaria, ya que proporciona el marco para la cultura y protege a la masa de la humanidad del aburrimiento y la desesperación. Huelga decir que cualquier autor que defendiera esta visión elitista de la cultura actual sería apedreado.

Ya en 1971, George Steiner dedicó un libro entero a refutar las tesis de Eliot: en “El castillo de Barba Azul – Algunas notas para la redefinición de la cultura”, Steiner critica al autor de “La tierra baldía” por haber publicado, apenas tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial, un tratado sobre la cultura que ignoraba por completo el Holocausto y sus efectos. Tras una densa reflexión sobre los orígenes secretos de la violencia y la relación entre barbarie y modernidad en Europa (“La cultura europea no sólo anuncia sino que quiere esa explosión sanguinaria y purificadora que serán las revoluciones y las dos guerras mundiales”), Steiner, sin embargo , se acerca al pesimismo de Eliot cuando lamenta el derrumbe de la tradición y la captura de la cultura, ya en ese momento, por el mundo académico: “Una parte importante de la poesía, el pensamiento religioso y el arte ha desaparecido ya de la proximidad personal para pasar a la custodia de los especialistas”- “inaccesibles en su jerga hermética y su erudición asfixiante, si no en teorías delirantes”, completa, con razón, el escritor peruano.

Vargas Llosa luego examina “La sociedad del espectáculo” de Guy Debord (1967). Actualizando conceptos marxistas, Debord afirma que en nuestra sociedad la mercancía alcanza tal importancia en la vida de las personas que anula cualquier otro interés o preocupación cultural, intelectual o política: el individuo se entrega así, y obsesivamente, al consumo sistemático de objetos “muchas veces inútiles”. o superfluo, que le imponen las modas y la publicidad, vaciando su vida interior de preocupaciones sociales, espirituales o simplemente humanas, aislando y destruyendo la conciencia que tiene de los demás, de su clase y de sí mismo”. Vargas Llosa está de acuerdo con el diagnóstico pero no con el pronóstico, ya que Debord predicaba la acción revolucionaria frente a este estado de cosas, mientras que el peruano ya no creía en esta solución.

En “La cultura-mundo – respuesta a una sociedad desorientada” (2009), Gilles Lipovetsky analiza el tema a través del prisma de la globalización, que borra fronteras y hace que la cultura deje de ser elitista, erudita y excluyente para convertirse en una auténtica cultura de masas, que, en oposición al espíritu de vanguardia, pretende ofrecer entretenimiento al mayor número posible de consumidores de todas las clases: “Su intención es divertir y dar placer, posibilitar la evasión fácil y accesible para todos, sin necesidad de para formar cualquiera, sin referentes culturales concretos.” Para Lipovetsky, esta nueva cultura de masas se caracteriza por el predominio del sonido y la imagen sobre la palabra escrita, es decir, por la victoria del lienzo sobre el texto.


Finalmente, en 2010, el sociólogo Frédéric Martel publicó el ambicioso estudio “Mainstream – The Global War of Media and Cultures” [lea una entrevista con Martel en este blog aquí], que corrobora algunas de las ideas de Lipovetsky con una extensa investigación de campo. . Vargas Llosa llama la atención sobre el hecho de que el voluminoso libro de Martel apenas habla de libros (a excepción de "El código Da Vinci" y otras tonterías), sino únicamente de las industrias creativas vinculadas al cine, la televisión y la música por las pastas. Vargas Llosa escribe, basándose en los análisis de Martel: “La gran mayoría de la especie humana no practica, consume ni produce hoy otra forma de cultura que la que antes era considerada por los sectores cultos, de manera despectiva, como una mera pasatiempo popular, ajeno a las actividades intelectuales, artísticas y literarias que constituyen la cultura. Este está muerto, aunque sobrevive en pequeños nichos sociales, sin ninguna influencia en el mainstream”.

Vargas Llosa concluye su introducción con un párrafo que considero esclarecedor, pues resume lo que quizás sea el principal rasgo distintivo de la cultura actual: el vínculo visceral entre el juicio de valor y el éxito comercial: “La distinción entre precio y valor se ha borrado, tanto ahora son uno, habiendo absorbido y anulado el primero al segundo. Lo que triunfa y se vende es bueno; malo lo que falla y no conquista al público. El único valor es el comercial. La desaparición de la vieja cultura implicó la desaparición del viejo concepto de valor. El único valor existente ahora es el que fija el mercado”. El efecto de esto es un estado de perpetua confusión y oportunismo, en el que los más grandes sinvergüenzas y sinvergüenzas son celebrados como grandes artistas, y el descaro y el marketing reemplazan al talento. De hecho, ya no es posible, dice el autor, discernir con cierta objetividad qué es tener o no tener talento, “qué es bello y qué es feo, qué obra representa algo nuevo y duradero y cuál es simplemente un relámpago en la sartén”.

En este oscuro escenario, según Vargas Llosa, los intelectuales que logran cierta visibilidad en los medios son aquellos más preocupados por la autopromoción y el exhibicionismo que por la defensa de algún principio o valor: al fin y al cabo, en la civilización del espectáculo. , el intelectual sólo importa cuando hace el papel de bufón.

Autor Mario Vargas Llosa

Edición económica: 232 páginas

Editorial ‏ : ‎ Debolsillo; 001 edición (25 de septiembre de 2018)

Buena lectura,

Sidney Matias

Blog de la casa del libro

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